miércoles, 2 de mayo de 2018

Añoranza de Camino

Miercoles, 2 de Mayo de 2018. Cerca de tres años despues de mi último Camino, me acerco de nuevo a éste Blog porque, hace un rato, he prestado mi transportín, alforjas y bolso de manillar a mi amigo Sebastian que, se embarca en la aventura maravillosa del Camino de Santiago en la Vía de la Plata.
Me vienen en cascada tantos recuerdos, tanta gente distinta, tanto paisaje maravilloso que, me han dado ganas de escribir de nuevo despues de tanto tiempo.
Mis alforjas se me adelantan. Harán, por lo pronto, un Camino más que yó, sin mí. Bueno, algo mío llevan. Hemos pasado muchas horas juntos perdidos en la inmensidad de las montañas. Han visto como sacaba y metía mis cosas durante el Camino ó al llegar a los albergues. Lo primero los candados para asegurar la burra, despues, la ropa sucia y el jabón para lavarla junto a las pinzas de ropa para tender.
Despues, por prioridades, venían mis cosas de aseo personal. Luego cuando me iba a dar una vuelta para conocer la zona y comer algo, esperaba pacientemente, junto a mi litera hasta la mañana siguiente cuando emprendiamos una nueva aventura diaria sin saber hacía donde ni lo que nos esperaba por delante.
Yo las tenía comparadas con la montura del vaquero. Esa montura que al llegar al pesebre llevabas sobre tus hombros huesudos por la "mala vida" aventurera hasta reposar junto al catre dónde pasarías la noche.
Desde el momento en que volví de mi segundo Camino, he pensado cientos de veces en relatar mi aventura pero, unas veces por dejadez ó por la faena, lo he ido postergando hasta que, lo he olvidado.
He olvidado el escribir, el Camino nó. Ese está presente muchas veces y vuelvo a dar la razón a los que me advertían de ésta bendita "adicción".
Aún recuerdo, muy fresquito a pesar del tiempo,



aquella madrugada sobre las 6 de la mañana cuando, con las luces encendidas, dejé mi casa y, buscando algún bar abierto dónde poner el primer sello de mi Credencial, me embarqué en mi segunda aventura peregrina, ésta vez desde la misma puerta de mi casa, cómo la letra de la cantadísima sevillana "mi camino comienza desde mi puerta".
En la soledad de la noche, y absorto en mis pensamientos, miraba hacia la luz que proyectaba sobre el camino.
Ese camino que tantas veces recorro en mis salidas ciclistas pero, ésta vez, era muy especial. Era mi vuelta al Camino de Santiago y, la oscuridad y la soledad de la noche le daban un halo de misterio y de magia.
Al amanecer llegué al puente de Huelva donde, me esperaba mi amigo y, tambien peregrino, Antonio Martín con la intención de acompañarme durante la primera etapa hasta Aracena ó hasta que pudiera.
Siempre digo que, el Camino, preferiblemente, hay que hacerlo en soledad. El Camino es un momento especial dónde aprovechas para ordenar tus pensamientos, hablar mucho contigo mismo y hacer limpieza mental por lo que, mejor sólo.
Pero, siempre es de agradecer, de vez en cuando, la compañía de gente con la qué, sin saber nada en absoluto de ellos, conectas por ésa "red Wifi peregrina" en la que nos metemos todos los que nos gusta ésto.
El peregrino es una persona, por lo general, predispuesta a relacionarse, a saber de los demás, del porqué de su aventura aunque su lengua en la mayoría de los casos sea distinta. Uno se esfuerza por saber, por entender al otro lo mismo que, se comparte la comida en cada mesa de cada Albergue. Para mí, era una sorpresa muy grata el ver cómo se cocinaba y se invitaban a los que estaban allí lo mismo qué tú aportabas lo que podías.
La bonita frase, tan corta y profunda de "Buen Camino" era una constante cada vez que coincidias con peregrinos tanto a pié como en bicicleta. Era muy bonito oirlo en acento "guiri" y al final se te pegaba y lo decías igual. Lo mismo que un inglés chapurreando español.
Antonio había hecho la Via de la Plata un año antes y aprovechaba mi salida para conectar un poco al Camino, a ése que engancha y del que no se libra nadie.
Lamentablemente, antes de llegar a Valverde del Camino, recibió una llamada sobre un familiar enfermo y tuvo que dar la vuelta por lo qué, me ví de nuevo sólo ante el Camino.
Llegué a Valverde y por culpa de mi arraigada indecisión, pasé por todos los bares con la intención de rellenar mis depósitos de agua. Salí del pueblo con la esperanza de encontrar algo por el camino donde coger agua.
Unas vías verdes eran recomendables y otras no por lo que decidí hacer el primer día y tambien debido a ser muchos kms, por carretera.
El calor era de justicia y el agua se acababa aprovechando la más mínima sombra junto a la carretera par aparar un rato. Los nerviós me estaban entrando por momentos debido a la falta de agua y sin saber muy bien lo que me esperaba aún por delante.
LLegué al comienzo de Zalamea y me tiré como un poseso hacia el primer bar que había en un polígono industrial de la entrada. ¡Vaya rato mas malo que pasé¡ A pesar de ello no escarmenté y me ví en algunos sitios del terreno extremeño muy justito de agua algunas veces.
Hay veces que las coincidencias son tan grandes que parecen que están hasta preparadas como en el caso que me sucedió al parar en Riotinto a comer en un bar.
Me llama un buen amigo y peregrino, tambien para interesarse por mi aventura: ¿Donde estás Jose? En Riotinto, dije. ¿En Riotinto? yo tambien. ¡Vengá yá Paco, que vas a estar tú aquí¡ ¿no te lo crees?¿dónde estás ahora?, dijo. ¡En un bar a la entrada¡, ¡yó tambien¡ volvió a decir. ¿cómo se llama? Espera que miro un momento¡. Al decirle el nombre me dice: ¡yó estoy en ése bar comiendo dentro¡. Cómo yó estaba en la terraza por vigilar la burra, entré un momento y me llevé la gran sorpresa de que lo único que nos separaba era un cristal ahumado.¡¡madre mía¡
A partir de ahí cuestas y más cuestas hasta llegar a Aracena. Encontré a la entrada una Hospedería barata dónde me hacían descuento de peregrino por llevar la Credencia. Poco pero, algo es algo.

El día siguiente me esperaba duro de subidas a partir del pantano de Aracena. Todos los pueblos "apellidados" de León cómo Arroyomolinos, Cañaveral y algunos más tenían unas entradas con bastante porcentaje.
Luego mas llaneo hasta llegar a Zafra.
La ciudad de Zafra me recibió a media tarde llegando al bonito Albergue "Van Goh" regentado por un enamorado del Camino, hospitalero voluntario y peregrino infinidad de veces. El Albergue era un auténtico museo del peregrino con un libro de firmas escrito en infinidad de lenguas donde expresaban su gratitud por el trato recibido.
La salida de Zafra y, en tiempo de vendimia, me llevó a traves de enormes viñedos donde la actividad era frenética y, el polvo tambien. Pasé por Villafranca de los Barros, pueblo vinícola extremeño importante de la comarca de Los Barros.
El camino con un sol de justicia discurrió a traves de un terreno pedregoso dónde, los pueblos estaban muy distanciados con el consiguiente riesgo si tienes averías ó te falta algo.
Mi destino siguiente sería la monumental Mérida y su Albergue a la orilla del rio. Cómo en todos los sitios dónde llegaba, mi prioridad era la seguridad de mi bicicleta sin la cual mi Camino acabaría al instante.
Cuando salí de la ducha, descubrí que estaba sólo en el Albergue por lo qué até la bici a la litera con tres candados y cerré la puerta con llave cuando me dispuse a visitar la ciudad. El que venga por detrás ya sabe que tendrá que llamar a un telefono para que le abran. La seguridad de la burra, lo primero.
Hay gente que, jamás entenderán el sentido del Camino. Te dicen, medio en mofa, qué són muchos días pero, no saben que si por mí fuera, tardaría muchisimos más días en hacerlo. Para hacerlo detenidamente, parar y conocerlo todo y a todas las personas.